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Confusión en la frontera México-EEUU ante señales cruzadas

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Por AP

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En menos de dos meses, 200 carpas llenaron todos los rincones de una plaza en el cruce más transitado de la frontera entre México y Estados Unidos.

En el campamento de Tijuana, unos 1.500 migrantes hacen cola para recibir comida caliente en una cocina al aire libre, cubierta por un toldo; los niños juegan al fútbol y voluntarios con chalecos anaranjados se turnan para patrullar el sector. La gente paga para usar los baños de una farmacia o de una agencia de viajes cruzando la calle, y para ducharse en un hotel de la esquina.

Mal informados, los migrantes albergan la esperanza de que el presidente estadounidense Joe Biden abrirá la frontera en cualquier momento. O creen que anunciará un plan que los adelantará en la cola de los solicitantes de asilo, por más que no haya dicho nada que sustente esa teoría.

Biden puso fin a algunas políticas de mano dura de su predecesor Donald Trump, propuso un camino hacia la ciudadanía para las personas que están en el país ilegalmente y prometió crear por decreto “un sistema de asilo humano”. Pero ni él ni sus colaboradores han dado detalles sobre la nueva política hacia los asilos ni han dicho cuándo será dada a conocer, generando un vacío de información y permitiendo que surjan rumores de todo tipo acerca de cuándo se admitirá a los migrantes. En medio de un marcado aumento en la llegada de migrantes, reina la confusión y el escepticismo en torno a la insistencia de Biden en que no es el momento de presentarse en la frontera.

“El campamento es un centro de desinformación”, afirmó Edgar Benjamín Paz, un hondureño cuya familia ocupa uno de los primeros lugares en la cola extraoficial para pedir asilo. “Nadie sabe qué pasa”.

El campamento surgió después de que Biden anunciase el 12 de febrero que las personas que esperan en México vistas para poner en marcha sus pedidos de asilo podrían ingresar a Estados Unidos sin permanecer detenidos a la espera de que se procesen sus casos. La iniciativa abarca solo a unos 26.000 migrantes que ya habían solicitado asilo y estaban obligados a esperar la primera entrevista de ese proceso en México, en el marco de una política que Biden dejó sin efecto. Hasta el lunes, 2.114 personas del programa habían sido admitidas en el cruce de San Diego, que está frente a Tijuana, y en los de El Paso y Brownsville, en Texas.

Paz, quien dice que se fue de Honduras con su esposa y sus dos hijos porque una pandilla le exigió que su negocio de contabilidad siguiese sus órdenes, dijo que los migrantes creyeron erróneamente que el anuncio de febrero quería decir que la frontera había sido abierta.

Las autoridades estadounidenses encontraron migrantes en la frontera más de 100.000 veces en febrero. Fue la primera vez que se llega a esa cifra desde el 2019, en que hubo un período de cuatro meses de un gran flujo de migrantes. Se ha registrado un aumento en la cantidad de familias y de menores que viajan solos, que gozan de más protecciones.

Casi todos en el campamento de Tijuana llevan meses en México, si no años. Hay haitianos que empezaron a llegar a Tijuana en el 2016, así como familias mexicanas y centroamericanas que le huyen a la violencia, la pobreza y los desastres naturales.

Cristina, una mexicana que no quiso dar su apellido por temor a sufrir represalias, se pasa los días en su carpa con sus hijas de 13 y cuatro años mientras su marido vende hielo. La familia duerme en una habitación alquilada.

“Queremos ver si abren (la frontera), si recibimos alguna noticia, si responden a nuestras plegarias”, dijo Cristina, de 39 años y cuya familia le escapa a la violencia del estado mexicano de Guerrero. Llegaron a Tijuana en junio. “No hay nada claro”, señaló.

En una entrevista con ABC News, Biden dijo esta semana que su mensaje para los migrantes era: “No se vayan de su ciudad, pueblo o comunidad”. Sus asistentes dicen que la mayoría de las personas pilladas por la Patrulla Fronteriza son expulsadas de inmediato en el marco de una política adoptada tras la pandemia del coronavirus que permite negar a la gente la oportunidad de solicitar asilo.

“Estamos tratando de reparar un sistema que ha sido desmantelado”, dijo la portavoz de la Casa Blanca Jen Psaki el miércoles, cuando se le preguntó por los campamentos de migrantes. “Va a tomar algún tiempo. Vamos a acatar nuestras leyes. La frontera no está abierta”.

Biden debe lidiar con traficantes de personas, cuyo negocio depende de que convenzan a la gente de que este es un buen momento para cruzar la frontera, y con republicanos, que aseguran que hay una crisis en la frontera. Paralelamente debe velar para que no se apliquen a los menores y a las personas consideradas vulnerables las medidas restrictivas asociadas con la pandemia.

La llegada de grandes cantidades de menores obliga a las autoridades a buscar albergues temporales y espacio para procesar sus casos, incluido el Centro de Convenciones de Dallas.

En Tijuana, Erika Pinheiro, directora de litigios y política de Al Otro Lado, un organismo que ofrece asesoría legal a los migrantes, les habla a los migrantes del campamento y se las ve en figurillas para contrarrestar la desinformación porque el gobierno de Biden no tiene por ahora un plan para quienes buscan asilo.

“Lo único que puedo decir es que están elaborando un plan, están trabajando en eso, y va a tomar tiempo”, manifestó Pinheiro.

Agregó que querría decirle a la gente que la espera en el campamento no los va a ayudar en nada, pero se abstiene de hacerlo.

“Si le dices a la gente algo que no quieren escuchar y otros les dicen lo que quieren escuchar, no tiene sentido decir la verdad”, comentó.

Se acerca gente en autos que deja ropa y pañales. Algunos migrantes lucen camisetas donadas que decían “Biden, por favor ¡déjanos entrar!”. No está claro quién las distribuyó. Junto a una carpa hay un gran cartel que dice “Biden presidente”.

Casa de Luz, un grupo que apoya a los migrantes de la comunidad LGBTQ en Tijuana, sirve dos comidas gratis al dia. Antes ofrecía tres, cuando había menos migrantes.

Las autoridades mexicanas no han dado señal alguna de que piensen cerrar el campamento, que tiene acceso a un puente peatonal que lleva a San Diego, el cual está cerrado desde que empezó la pandemia.

Ramón Díaz, un cubano de 49 años que dice haber pagado 20.000 dólares a un traficante para que lo trajese de la Guayana Francesa a Tijuana, declaró que el campamento es lo más cerca que puede estar de Estados Unidos.

“No sabemos qué va a pasar”, manifestó. Biden “dijo que iba a ayudar a los migrantes. Tenemos mucha fe en Dios y en él”.

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