EE.UU. – Los delitos federales considerados como ofensas graves para la sociedad estadounidense son castigados con una severidad especial, y entre ellos destacan el tráfico de drogas y de personas.
Hoy, gracias a una investigación llevada a cabo en el Archivo Nacional de Justicia Criminal y la Comisión de Sentencias de Estados Unidos, se revela que el 23 por ciento de estos crímenes fueron cometidos por ciudadanos mexicanos durante el período comprendido entre 2020 y 2021. Esto significa que más de 13 mil connacionales fueron condenados por alguna de estas razones en los tribunales de los Estados Unidos.
Aunque se ha podido determinar que de ese total, 10,692 individuos fueron acusados y condenados por delitos relacionados con la migración, lo que constituye una gama de delitos de mediana a alta gravedad, otros mil 934 fueron sentenciados por tráfico de drogas, involucrando sustancias como metanfetamina, fentanilo o cocaína. Solo 183 mexicanos fueron acusados de delitos relacionados con la portación de armas.
Algunas de las sentencias más notorias que involucraron a mexicanos conmocionaron a las sociedades tanto de México como de Estados Unidos. Uno de estos casos fue el de José Luis Ramos, quien transportaba a 126 migrantes en condiciones deplorables en un remolque hacia Texas, donde la temperatura alcanzó los 50 grados centígrados. Afortunadamente, no ocurrió una tragedia de mayores proporciones.
Otro caso que dejó una huella de crueldad en la memoria fue el de Neil Edwin Valera, un traficante de personas originario de Tijuana, que fue condenado por la muerte de tres inmigrantes chinos, incluyendo a una madre y su hijo de 15 años. Estos inmigrantes fueron encontrados en la cajuela del BMW de Valera dos días después de haber sido recogidos en algún lugar de la frontera con México. Al parecer, a este hombre no le importó dejarlos morir.
Este trágico incidente tuvo lugar el 11 de agosto de 2019, a las 4:54 p.m., cuando la policía del condado de San Diego recibió una llamada de emergencia al 911. El denunciante reportó un fuerte olor desagradable y un rastro de sangre que goteaba desde un lujoso vehículo con placas de Texas estacionado en el número 2100 de la avenida Jaime en San Diego.