CDMX. – Las nuevas tecnologías han llegado a la vida humana con el propósito de simplificar diversas tareas. Sin embargo, los drones, para bien o para mal, se han convertido en una herramienta significativa tanto para distintas profesiones como para la delincuencia organizada.
En México, los ataques con drones se han vuelto una constante, especialmente en territorios controlados o en disputa por el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG).
El resultado de este mal uso de los drones ha tenido graves consecuencias, como comunidades desplazadas, ataques inesperados y un aumento de la violencia a lo largo de los años. Estos efectos también se han manifestado en otros países, como Colombia, e incluso en lugares distantes como Ucrania.
Aunque el uso de drones con fines bélicos se ha documentado en México al menos desde 2020, los miembros de grupos delictivos han encontrado medios para modificarlos de manera casera y convertirlos en poderosas armas de fácil acceso.
Según información difundida por la compañía de aviación no tripulada UMILES Group, existen diversas categorías de drones que se distinguen por sus características de motorización y diseño. Algunos drones son de ala fija, lo que significa que utilizan principios aerodinámicos para elevarse y tienen una estructura similar a la de los aviones, con un cuerpo alargado y alas que se extienden desde el cuerpo central. Por otro lado, los drones de ala rotativa son más comunes en el mercado y obtienen sustentación en el aire mediante hélices impulsadas por motores ubicados en cada uno de sus brazos. Estos drones suelen ser muy estables y se utilizan en diversas aplicaciones, como vigilancia, seguridad y operaciones de emergencia.
En cuanto a los explosivos utilizados en los drones, se fabrican de forma casera. Según testimonios recopilados por Jorge Martínez, estos artefactos suelen consistir en tubos de aproximadamente 35 centímetros de largo llenos de pólvora y balines que pueden llegar a pesar hasta 5 kilogramos.
Los drones pueden ser controlados por control remoto o ser autónomos, lo que significa que no requieren la intervención de un piloto en tiempo real, ya que son programados previamente para seguir una ruta específica. Los drones autónomos son ampliamente utilizados en la agricultura, pero, según la información proporcionada por Jorge Martínez, también se han convertido en el tipo de artefacto que la delincuencia organizada emplea como arma. Esta situación destaca la adaptación de la tecnología para fines peligrosos y la necesidad de abordar estos desafíos desde una perspectiva de seguridad.