Roma. – En el marco de presidir el rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro en la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María, el Papa Francisco compartió una reflexión sobre cómo la Madre de Dios nos muestra un doble camino para alcanzar el Cielo.
En sus palabras, el Papa comenzó destacando que en este día se contempla la ascensión en cuerpo y alma de la Virgen María a la gloria celestial. También resaltó el Evangelio que narra cómo María sube a una «región montañosa» para ayudar a su prima Isabel y allí entona el cántico gozoso del Magnificat. En este contexto, el Papa señaló que María asciende mostrando sus características distintivas: el servicio al prójimo y la alabanza a Dios.
El Santo Padre también mencionó la vida de Cristo, recordando su ascensión hacia Jerusalén, lugar de su entrega en la cruz. Tanto Jesús como su Madre vencen a la muerte y resucitan, y el secreto de sus vidas radica en el servicio y la alabanza.
El Papa Francisco resaltó el acto de servicio de María al recorrer casi 150 kilómetros desde Nazaret hasta la casa de Isabel, a pesar de estar recién concebida. Subrayó que el servicio tiene su costo y que todos experimentamos el cansancio y las preocupaciones asociadas al cuidado de los demás. También destacó la importancia de la alabanza a Dios, mencionando que la Virgen María, en lugar de hablar sobre su cansancio, desborda en alabanzas y recita el Magnificat.
El Papa invitó a vivir de gratitud y bendición en lugar de lamentaciones y quejas, a mirar hacia lo alto en lugar de enojarse. Animó a cuestionarse sobre si se vive el trabajo y las ocupaciones cotidianas con espíritu de servicio o egoísmo, y si se dedica tiempo a otros sin buscar beneficios inmediatos. Finalmente, el Papa Francisco concluyó instando a todos a subir cada día más hacia lo alto mediante el servicio y la alabanza, con la ayuda de la Virgen María, Asunta al Cielo.
Al finalizar el rezo del Ángelus, el Papa Francisco elevó una oración por la paz, especialmente en Ucrania y en todas las regiones afectadas por la guerra. Hizo un llamado a no desanimarse y a seguir esperando y rezando, confiando en que Dios guía la historia.