CIUDAD DEL VATICANO.- En un llamado apasionado a los fieles de todo el mundo, el Papa Francisco extendió una invitación a visitar los santuarios marianos de Guadalupe, Lourdes y Fátima, definiéndolos como «oasis de consuelo y misericordia», en los que la fe florece en la lengua materna y la conexión espiritual con la Virgen María se siente profundamente arraigada. La invitación fue lanzada por el Sumo Pontífice durante la Audiencia General celebrada en el Aula Pablo VI el miércoles 23 de agosto de 2023.
El Papa Francisco, en un gesto que resalta la importancia de la diversidad cultural en la expresión de la fe, resaltó la historia de Juan Diego y la Virgen de Guadalupe como un ejemplo de cómo la fe y la cultura se entrelazan. En su mensaje, el Papa hizo un llamado a los peregrinos a dirigirse a los santuarios marianos en México, Lourdes y Fátima, lugares que consideró como puntos de encuentro para aquellos que buscan consuelo y misericordia.
«En México, así como en Lourdes y Fátima, María eligió presentarse a una persona humilde y sencilla, Juan Diego, un indígena, llevando su mensaje a todo el pueblo fiel de Dios. En esto se manifiesta el proceso de inculturación», afirmó el Papa Francisco, en su saludo pronunciado en español.
Previamente, en su catequesis en italiano, el Papa enfatizó la importancia de los santuarios marianos como lugares donde el evangelio es proclamado en la lengua materna. El Pontífice reflexionó sobre el Santuario de Santa María de Guadalupe, ubicado en la Ciudad de México, y sobre la figura de San Juan Diego, un vidente mariano nacido en 1474 en Cuautitlán, una región habitada por diversas etnias chichimecas.
«En estos santuarios, la fe se vive de manera sencilla y auténtica, de manera popular. La Virgen, como le dijo a Juan Diego, escucha nuestras lágrimas y alivia nuestras penas. Aprendemos que debemos acudir a nuestra madre en momentos de dificultad y también de alegría, para compartir con ella», resaltó el Santo Padre.
El Papa Francisco también enfatizó cómo la perseverancia de San Juan Diego proporciona lecciones valiosas para afrontar los desafíos en la evangelización. «Es conmovedor: la Virgen, en medio de nuestra tristeza y desolación, nos dice en nuestro corazón: ‘Que no se perturbe tu rostro ni tu corazón. ¿Acaso no estoy aquí yo, que soy tu madre?’ Siempre cerca para consolarnos y darnos fuerzas”.
El Pontífice presentó a Juan Diego como un ejemplo de humildad, recordando que Dios realiza grandes maravillas a través de la disposición y obediencia humildes. «Aquí está el misterio de Dios: cuando hay disponibilidad y obediencia, Él puede realizar cosas inesperadas en momentos y formas impredecibles. Así se erigió el santuario solicitado por la Virgen, que hoy en día es visitado”.
Además, señaló que Juan Diego «dedicó su vida al santuario» de Santa María de Guadalupe después de recibir el permiso del Obispo, convirtiéndose en evangelizador de los peregrinos.
El Papa destacó que los santuarios marianos son destinos de peregrinación y lugares de anuncio, donde cada individuo se siente en casa y experimenta la conexión con la Virgen como madre, «el hogar de la madre», donde se encuentra una sensación de nostalgia celestial.
«Necesitamos acudir a estos oasis de consuelo y misericordia. Allí depositamos nuestras fatigas en los brazos de la Virgen y encontramos paz en el corazón, quizás una paz similar a la de los niños», expresó el Papa.
En otro punto de su discurso, el Papa advirtió sobre el riesgo de renunciar al anuncio en momentos de dificultad. En lugar de «retirarse y refugiarse en pequeños grupos y devociones íntimas», la Virgen nos insta a seguir adelante y a crecer.
El Pontífice advirtió que «en cambio, la Virgen, mientras nos consuela, nos impulsa a seguir adelante y, de esta manera, nos hace crecer, como una buena madre que, mientras sigue los pasos de su hijo, lo enfrenta a los desafíos del mundo».
Testimoniar lo bueno y soportar lo malo
El Papa Francisco también subrayó que no fue fácil para Juan Diego ser el mensajero de la Virgen, ya que enfrentó incomprensiones, dificultades e imprevistos. Esto enseña —según el Pontífice— que para anunciar el Evangelio, es necesario no solo testimoniar el bien, sino también enfrentar los males con paciencia y constancia, sin temor a los conflictos.
“Para anunciar, en realidad, no basta con testimoniar lo bueno, es necesario saber soportar lo malo. El cristiano hace el bien, pero aguanta el mal, todo junto. La vida es así. Incluso hoy, en muchos lugares, se requieren constancia y paciencia para inculturar el Evangelio y evangelizar las culturas; no hay que temer los conflictos ni desanimarse”, expresó.
El Papa puso como ejemplo un país donde los cristianos son perseguidos y no pueden vivir su fe en paz. “Juan Diego, desanimado, le pidió a la Virgen que lo dispensara y que encomendara a alguien más respetado y capaz que él, pero se le instó a perseverar”.
El Santo Padre concluyó instando a invocar a la Virgen María en los momentos difíciles y pidiendo que ella auxilie y fortalezca a las madres y abuelas, las primeras mensajeras del Evangelio para sus hijos y nietos.