Este 10 de enero de 2025, Nicolás Maduro asumió su tercer mandato como presidente de Venezuela, en una ceremonia realizada en el Palacio Federal Legislativo de Caracas. Este nuevo período presidencial -que se extenderá hasta 2031- se produce en un contexto de creciente aislamiento internacional y cuestionamientos sobre la legitimidad de las elecciones de julio de 2024.
La comunidad internacional ha expresado su preocupación por la transparencia del proceso electoral. Países como Estados Unidos y miembros de la Unión Europea han desconocido los resultados, alegando irregularidades y falta de garantías democráticas. En respuesta, han impuesto sanciones adicionales a funcionarios del gobierno venezolano. El gobierno estadounidense, por ejemplo, incrementó la recompensa por información que conduzca a la captura de Maduro a 25 millones de dólares, aplicando también restricciones de viaje y congelación de activos a altos cargos del régimen.
Durante su discurso de investidura, Maduro rechazó las acusaciones de ilegitimidad y denunció una «injerencia extranjera» en los asuntos internos de Venezuela. Afirmó que su reelección es un reflejo de la voluntad popular y se comprometió a continuar con las políticas de la «revolución bolivariana» para enfrentar los desafíos económicos y sociales que atraviesa el país.
La oposición venezolana, por su parte, sostiene que las elecciones fueron fraudulentas y ha llamado a la comunidad internacional a no reconocer el nuevo mandato. Líderes opositores han instado a la movilización ciudadana y a la búsqueda de una transición democrática que permita superar la crisis política y humanitaria que afecta a Venezuela.
En este complejo escenario, la población venezolana enfrenta una profunda crisis económica, caracterizada por hiperinflación, escasez de alimentos y medicinas, y una migración masiva. La continuidad de Maduro en el poder plantea interrogantes sobre el futuro del país y las posibilidades de una solución pacífica y consensuada a la situación actual.
La comunidad internacional sigue de cerca los acontecimientos en Venezuela, mientras se intensifican las sanciones y se debate la efectividad de las mismas para promover un cambio político. La situación en Venezuela continúa siendo un tema de preocupación global, con implicaciones significativas para la estabilidad regional y los derechos humanos.