El arte del tatuaje ha experimentado una transformación significativa con el paso del tiempo, dejando atrás los prejuicios y convirtiéndose en una forma de expresión aceptada en diversos sectores de la sociedad. Hoy en día, personas de todas las edades visitan estudios especializados para plasmar diseños en su piel, cada uno con significados distintos.
Alejandro, tatuador con años de experiencia en el oficio, señala que tanto jóvenes como adultos recurren a este arte, aunque con motivaciones diferentes. Mientras los más jóvenes suelen elegir diseños inspirados en sus intereses actuales, como videojuegos o personajes de cultura popular, las personas de mayor edad prefieren tatuajes con significados más profundos, relacionados con recuerdos o experiencias de vida.
Alejandro explica que gran parte del estigma negativo en torno a los tatuajes surgió a partir de la representación que se les dio en el cine y la televisión de los años setenta, donde los personajes tatuados solían estar relacionados con actividades delictivas.
Con el tiempo, esta percepción ha cambiado, y los tatuajes han evolucionado hasta convertirse en una forma legítima de arte, apreciada en distintos ámbitos.

LOS INICIOS DE UN ARTISTA DE LA TINTA
Originario de la Ciudad de México, Alejandro descubrió su pasión por el tatuaje a los 14 años, influenciado por un amigo que ya practicaba esta disciplina. Sin acceso a equipos profesionales, construyó su propia máquina de tatuar de manera artesanal.
“Me juntaba con unos amigos que andaban en bicicleta y brincaban rampas. Uno de ellos tatuaba y siempre me acercaba a verlo. Un día decidí hacer mi propia máquina sin imaginar lo importante que esto sería en mi vida”, recuerda.
Inicialmente, el tatuaje fue para él un pasatiempo, hasta que, tras ser despedido de Pemex, decidió dedicarse de lleno a su pasión, estableciendo su propio estudio.

LA EVOLUCIÓN DE LA INDUSTRIA DEL TATUAJE
Alejandro señala que en sus inicios era complicado conseguir herramientas y materiales para tatuar, ya que la disponibilidad era limitada y, en muchos casos, se requería adquirir los insumos en Estados Unidos.
“Antes no encontrabas tantas cosas como ahora con el internet. La información, pinturas y equipo eran difíciles de conseguir, por lo que tenías que fabricarlos o encargarlos con alguien que viajara”, comenta.
Desde hace 27 años, Alejandro radica en Tijuana y actualmente colabora con un reconocido estudio de tatuajes en el centro de la ciudad, donde continúa desarrollando su talento y compartiendo su experiencia con nuevas generaciones de artistas de la tinta.


Fotografías: José Vargas