Mientras la jefa de Gobierno electa, Clara Brugada, ajustaba los últimos detalles de su transición, y Claudia Sheinbaum encabezaba su tradicional conferencia matutina, un hecho violento irrumpió con fuerza en el discurso oficial: Ximena Guzmán y José Muñoz, integrantes clave del equipo político de Brugada, fueron asesinados esta tarde en un ataque armado en la capital.
Ambos se desempeñaban como operadores de alto nivel dentro del círculo de confianza de la próxima administración local. Guzmán tenía un perfil estratégico dentro del diseño territorial de los programas sociales, mientras que Muñoz mantenía vínculos con la articulación legislativa. Su asesinato ocurre el mismo día en que Omar García Harfuch, exsecretario de Seguridad y uno de los rostros más visibles del combate al crimen, presentaba un informe sobre la supuesta disminución de delitos en la ciudad.
La sincronía de estos tres eventos no ha pasado desapercibida. Lejos de parecer una coincidencia, la ejecución se lee como un mensaje directo. Uno que no solo desafía la seguridad pública, sino que cuestiona la narrativa de estabilidad y control que ha buscado sostener la llamada Cuarta Transformación, especialmente en la capital, su bastión político más simbólico.
UNA REALIDAD QUE CONTRADICE EL DISCURSO
Desde Palacio Nacional y oficinas del gobierno capitalino, se insiste en que los índices de violencia van a la baja. Sin embargo, la crudeza del ataque —dirigido, planificado y con objetivos políticos— desmitifica el relato de orden y control que se pretende instalar. No se trató de una disputa común, ni de un incidente aislado. Se trató de un crimen con destinatarios claros y tiempos precisos.
UN GOLPE POLÍTICO, NO SOLO CRIMINAL
Más allá del impacto humano, la agresión envía un mensaje de advertencia a Clara Brugada antes de asumir el mando. En un contexto de alta tensión política, la violencia adquiere matices simbólicos: desestabilizar, exhibir vulnerabilidad, fracturar la ilusión de gobernabilidad.
Lo ocurrido evidencia que la capital no está blindada, como se ha repetido en múltiples foros oficiales. Al contrario, está expuesta a los mismos riesgos que otras regiones del país, donde la violencia opera con códigos propios y mensajes explícitos.
EL TELÓN CAE SOBRE LA NARRATIVA DE SEGURIDAD
El asesinato de Guzmán y Muñoz no solo marca una tragedia para el equipo de Brugada, sino que pone en tela de juicio la credibilidad del discurso oficial sobre seguridad en la Ciudad de México. En una jornada que debía reforzar la imagen de orden institucional, la violencia hizo su aparición más elocuente.
El simbolismo del momento no deja lugar a dudas: la capital también sangra, y lo hace a plena luz del día, incluso cuando el poder se empeña en proyectar “normalidad”.




Fotografías: Ariel Ojeda/Redes sociales/Cortesía