En una ciudad marcada por su dinamismo social y su constante crecimiento médico, la neurocirugía emerge como una de las especialidades más complejas y humanas. En ese cruce entre ciencia y sensibilidad se encuentra el trabajo del Dr. Alejandro Stephens, especialista que ha hecho de la prevención, el conocimiento y la empatía, los pilares de su ejercicio clínico.
Con una carrera consolidada en el tratamiento de enfermedades del sistema nervioso, el Dr. Stephens no solo interviene en quirófano, sino también en el imaginario colectivo de una comunidad que rara vez se detiene a pensar en la importancia de su salud neurológica.
PREVENIR, MÁS ALLÁ DE OPERAR
Durante una conversación con El Tijuanense, el especialista explicó que gran parte de los problemas neurológicos más graves pueden evitarse si se detectan a tiempo. Recomendó que personas menores de 40 años acudan a un chequeo anual, mientras que quienes superan esa edad deberían considerar revisiones más frecuentes, dependiendo de su historial y condición física.
“Hay casos que podrían haberse resuelto con una detección oportuna”, reflexiona el médico. “La cirugía no siempre es la única solución, y en muchos casos ni siquiera debería ser la primera opción”.
Este enfoque pone sobre la mesa una verdad incómoda: la prevención sigue sin ocupar el lugar que merece en la agenda de salud pública. Y mientras las cifras crecen, son los médicos en primera línea quienes insisten en reeducar al paciente.


TECNOLOGÍA QUE EXIGE MÁS QUE NUNCA
Aunque los avances en neurocirugía han reducido la invasividad de muchos procedimientos, la responsabilidad médica no ha hecho más que aumentar. Stephens comparte que su rutina como médico implica una formación constante, incluso después de años de experiencia.
“No se puede operar un cerebro con el conocimiento del año pasado”, dice. “Este campo cambia todos los días. Si no estudias, si no te actualizas, te vuelves un riesgo para tu paciente”.
Es esta conciencia profesional la que define a los nuevos perfiles médicos: aquellos que no se conforman con saber operar, sino que entienden el peso de cada decisión en quirófano.
ENTRE LA EMPATÍA Y EL CONTROL EMOCIONAL
Pero más allá de la técnica, hay algo que no puede enseñarse en ningún manual: la dimensión emocional del trabajo. La neurocirugía no solo implica precisión milimétrica, también exige equilibrio emocional.
“Uno no puede desconectarse por completo del paciente. Ser indiferente es tan peligroso como involucrarse demasiado”, afirma Stephens. “Tienes que sentir, pero también protegerte”.
Esta tensión entre humanidad y rigor profesional parece definir el corazón de su práctica. En cada caso, el desafío no solo está en el bisturí, sino en la conversación previa, en el diagnóstico certero, en las palabras que calman y en las que informan.
UN REFERENTE EN MEDICINA NEUROLÓGICA
Tijuana se ha convertido en un centro de atención médica especializado, y figuras como la del Dr. Stephens refuerzan esta percepción. No solo por su formación y experiencia, sino por la forma en que comunica, educa y entiende la medicina.
En tiempos donde la salud mental y neurológica comienzan a ocupar un espacio más visible en la conversación pública, su llamado es claro: no esperemos a que el dolor sea insoportable para cuidar lo más delicado que tenemos: el cerebro.




Fotografías: Josué Díaz y Jaziel Acevedo